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CHARLA DEBATE "LA MUJER, EL ARTE Y LA DRAMATURGIA

LAS MUJERES Y EL ARTE - DISERTANTE: MARÍA BEATRIZ FRAIRE
En realidad yo soy una invitada que no figuro, no tengo nada que ver con el arte, desgraciadamente para mí. Toda mi vida intenté ser artista y no lo logré. Dado que este país es generoso y uno puede dedicarse a profesiones delirantes como dice Cortázar, yo me dedico a una profesión delirante: soy psicoanalista.
Primero quiero agradecerles a las mujeres titiriteras que me hayan convocado a través de Sonnia, con quien compartimos varias cosas. También quiero hacer una aclaración, cuando uno dice que es psicoanalista, la gente cree que uno interpreta todo, lee entre líneas y que es una especie de extraño ser. Los psicoanalistas tenemos mucha relación con el arte, sobretodo por envidia. El inventor del psicoanálisis, Sigmund Freud, decía que “nada podrán decir los psicoanalistas que no hayan dicho los poetas y los artistas no hayan dicho”. De allí nos marcó para siempre. Entonces en cuanto lugar de arte hay, estamos para copiar. Yo pensaba copiar, pero heme aquí abriendo.
El tema que me propusieron era las mujeres y el arte, tema vasto si lo hay.
Cuando uno habla de mujeres, se impone otro tema, casi de cajón, mujeres, arte y amor. Es un buen tema para compartir con todos aquellos que estamos interesados en el psicoanálisis, en el arte, en el amor, sobretodo en el estatuto moderno. Stendhal decía que mucha gente no sabría que es el amor sino hubiera leído primero torres de libros de amor. Podemos decir que el amor puede ser un semblante, es decir un conocido; podemos decir que el amor es natural; podemos decir que no es natural; podemos decir que el amor es un artefacto; que es una convención… Creo que en esto el psicoanálisis y el arte tienen algo que ver, es una apuesta fuerta a ver si podemos decir algo sobre el estatuto contemporáneo del amor.
Tengo la impresión que la dificultad del estatuto contemporáneo del amor está marcado por diferentes síntomas, como por ejemplo la multiplicación de los clichés del amor, que vienen establecido desde la literatura. En ocasiones la literatura de nuestra época recicla clichés de manera mecánica y al mismo tiempo es la perspectiva que se califica como postmoderna. No se cree más en la modernidad, ni en la solución nueva inventada, pero tampoco se cree en las viejas soluciones. El resultado de esto es la ironía y la cita. La cita es porque no se puede inventar algo nuevo, la ironía porque no se cree en las historias de amor. De allí que la dificultad para salir de la actitud ignómica: a mí no me van a vender historias de amor, y otras cosas por el estilo, implica cierta ideología. Si quiere partir de una historia de amor, por supuesto se llega al amor, para sorpresa en especial de los varones, quienes pensaban comprometerse en una historia sólo por satisfacción, caen en la paradoja del amor. Se piensa que se está todo el tiempo muy atento a la cuestión del amor, pero no obstante no para de mezclarse en las dificultades del terreno amoroso. Hay unas letras, unas disimetrías desde la perspectiva del amor, que podríamos reducir a la idea que sólo las mujeres hablan de amor. Una idea temática de la literatura femenina o de la literatura de mujeres, escrita por mujeres. La escritura femenina estaría centrada precisamente sobre la exploración temática del amor, de los impactos, de los sufrimientos y desde allí se interrogaría más profundamente la intención de una forma moderna del amor.
Para Freud, la sexualidad femenina era misteriosa, enigmática. Le llegó a confesar a Mary Bonaparte, una discípula, que a pesar de su investigación sobre el alma femenina, una pregunta seguía sin respuesta para él. La pregunta era: ¿Qué quiere una mujer?. Este desconcierto vale para todos, y sobretodo para las mujeres. Se inventó una respuesta, algunos filósofos dicen que cuando uno hace una pregunta, de algún modo es porque tiene una respuesta. Entonces a la pregunta de ¿qué quiere una mujer?, la respuesta es: quiere ser amada. Lo que instala al amor en un lugar distinguido y da cuenta, a través de los años, de tanta y tanta literatura. Pero mantiene otra pregunta: ¿Qué quieren las mujeres de la relación amorosa en la vida moderna? Las figuras de lo femenino se constituyen entre el singular de cada mujer y el ideal que se propone para todas. Así cada figura ha hecho un rasgo de múltiple configuraciones extraídas de los diferentes cánones culturales de las diferentes mujeres. Así tenemos las guerreras de la antigüedad; las sacerdotisas y las diosas de los griegos; las místicas y las hechiceras de la edad media; las vírgenes y las religiosas; la madre y la hija; la mujer como objeto de intercambio de los feudales; la prostituta, la esposa y la amante (van juntas). Veneradas, maltratadas, respetadas, la figura de la mujer se multiplica, se multiplica.
Freud aborda el tema de la sexualidad femenina en un artículo que se denomina “El motivo de la elección del cofre”. Hoy que estamos en tren de confesiones les diré que lo extrajo de la obra “El mercader de Venecia” de Shakespeare. Como sabrá Portia estaba obligada por la voluntad de su padre a casarse con quien elija el cofre correcto entre tres cofres. Uno es de oro, otro es de plata y el tercero es de plomo. Los dos primeros caballeros eligen el de oro y el de plata y fracasan. El éxito está en el que elige el de plomo. Freud pone este episodio de la elección de los hombres entre los cofres, cofres como símbolo de las mujeres, y plantea conocer su historia de la literatura y de la mitología. También presenta el caso del rey Lear, el rey que distribuye su herencia entre sus tres hijas de acuerdo al grado de amor que éstas le demuestran. Las dos primeras le declaran todo tipo de juramentos y la tercera, Cordelia, permanece en silencio. Muy enojado, el rey les da el reino a las dos hijas mayores, mientras Cordelia permanece en silencio. Como es de esperar estas hijas lo despojan y la única que sigue fiel al padre es Cordelia. La misma historia es la que podríamos traspolar y hablar de Cenicienta. A ella la despojan y la mantienen oculta cuando vienen a buscar a la propietaria del famoso zapatito perdido. Así tenemos el cofre de plomo, Cordelia silente, la Cenicienta oculta, historias que evocan, como dice Freud, ideales mitológicos. La interpretación freudiana de estas tres mujeres, es las tres relaciones que mantienen los hombres con las mujeres: la madre, la mujer que viene en el lugar de la madre y finalmente la muerte, que triunfa sobre las otras dos. Estas mujeres retrasan siempre el posible encuentro.
Más moderno, podemos citar a Kawabata, que relata, en la novela que se llama “La casa de la bella durmiente”, la existencia de un hombre que se acuesta con una virgen dormida, a condición de no tener relaciones sexuales con ella, y ésta le hace revivir la figura de todas las mujeres que lo acompañaron en su vida hasta el momento en que aparece la muerte.
Como vemos las figuras de las mujeres son independientes de los hombres que las captan. Planteado genéricamente, tanto hombres como mujeres, quedan involucrados en las imágenes que las mujeres se hacen de las mujeres. De esto queda un resto a solas en cada mujer, del que surge un enigma que se cristaliza en otra pregunta, tan difícil de responder como la del principio: ¿qué veo?. Diálogo sin salida entre los sexos. ¿Qué es una mujer para las mujeres? ¿Qué quiere una mujer para los hombres?
Las imágenes femeninas están construidas como un efecto del discurso. Lo simbólico modela los ideales con estas mujeres se identifican para responder al enigma de la sexualidad femenina y lograr con ello ser deseada y amada por su partener. El ideal de las mujeres se construye en cada época, e indica la imagen que debe ser alcanzada para contener las inquietantes búsquedas de cada una. Las producciones poéticas, artísticas, filosóficas, reflejan este creacionismo. Mucho antes de toda la literatura que he citado, en un libro muy famoso, la biblia, encontramos mujeres célebres, que reflejan los ideales de ese momento.
Freud, que era un hombre terco, avanzó con firmeza y logró mantener como un bastión, como una adquisición, que hay una profunda dismetría entre los hombres y las mujeres y que tanto la masculinidad como la femeneidad no pertenecen al orden de lo natural. La sexualidad no está dada por una diferencia anatómica, sino por posiciones del sujeto frente a un término, que nosotros denominamos, castración. Y de esta, que no es más que una posición discursiva, da cuenta la homosexualidad, el transexualismo… Existen hombres que se sienten mujeres, y se declaran mujeres; mujeres que afirman ser hombres; mujeres, que son mujeres, y discursivamente son hombres; hombres, que son hombres, y discursivamente son mujeres; hombres que son a rato hombres y; mujeres que son a rato mujeres y a rato hombres… Esto quiere decir que la elección del sexo y del objeto, no está determinado por el destino anatómico, sino que dependen de la posición que un sujeto tome, frente al mundo simbólico.
En fin todas las mujeres somos un poco artistas, porque construimos lo que se llama la mascarada femenina. Lejos de ser un concepto menospreciado, es verdaderamente una invención de la mujer. Esto quiere decir que todas las mujeres inventamos que es ser una mujer, nunca de manera acabada… Por eso las mujeres y el arte, son inseparables.



REESTRENAR LA "OBRA" - DISERTANTE: SONNIA DE MONTE

Los primeros títeres que vi en mi vida fueron, por supuesto, en la escuela primaria, en esos actos escolares en que , por inquieta y tímida, o más bien por eso, obediente a ciertas reglas que tuvieron que ver con mi afición, gustosa de decir una poesía “Oh, qué bellas las flores” y etc, etc, etc, o dispuesta a bailar un escondido o un gato… O la tarantella, que llenaba de orgullo a mi padre (más por la tarantella que por mis flacas posibilidades como bailarina), debo decir que sí, los vi por primera vez, porque eso cabe: verlos.
Es que los veía desde atrás: el retablo de cretona armando una caja con alfajías barnizadas (todo se barnizaba antes) y nada más. Una silla abajo con los muñecos que aparecían según la historia y la maestra ante el micrófono helado y plateado (¡no imaginan lo que eran esas mañanas de 9 de julio en el sur provincial!) narrando a grito pelado, para poder tapar los ruidos del micrófono comprado a duras penas por la cooperadora escolar, tal vez por eso ya venía con sonidos incluidos. Los compañeritos de brazos largos y fuertes –eran los competentes-, se bancaban el cuento completo con los brazos para arriba como galeotes, moviendo a veces con gracia por pura espontaneidad y a veces dislocando de tal modo la cabeza y la túnica del muñeco que supongo un aporte inenarrable para mi imaginación y de toda la población escolar, ya que se podía seguir en parte nomás, el cuentito desde el famoso micrófono, del que yo pensaba, era la verdadera estrella de la fiestita.
Aparecían una y otra vez (las mismas cabecitas servían cada vez tanto para un barrido como para un cosido; es decir, para ser congresistas en Tucumán, por ejemplo, aunque siempre alguno de menos; nos imaginaríamos entonces que había pedido permiso para ir al baño o para comprobar que French y Berutti repartían como es de rigor las escarapelas de rigor, poco importaba confundir un poco el anecdotario histórico)… Hoy, muy contaminados por este presente, pensaríamos justamente que habrían salido de escena para hacer lobby, sin que importe un pepino la historia…
O en los 12 de octubre (¡vaya “fiestita” que aún en la actualidad se pretende “festejar”), con algún tul y un par de coronas, mutaban a reyes católicos – debo confesar que eso de reyes católicos para mí significaba que eran reyes curas. Con Fernando me cerraba más o menos. A la que no podía ubicar de ningún modo era a Isabel, pero en fin…- Y Colón, jubón y espada, más la cruz y una carabelita como quitada con artes de magia de una botella con barco… Los indios, bueno, los indios eran dos o tres cabezas con pluma y cuando se acababan las cabezas, algunas plumas asomaban por la escena del retablo, como si estuvieran más abajo en malón…
Me extiendo porque es un gozo este recuerdo, y describirlo aún más, porque tengo hasta ahora que lo escribo como oculto, pero atesorado en mi memoria.
Me gustaría preguntar en mi escuela hoy qué pasó con esos enanos feos y encantadores (ya me consideran bastante loca en mi pueblo, imaginen si voy a hacer esa pregunta), así es que sólo voy a imaginar, que a esos muñecos abnegados se los comieron las polillas… Muerte hermosa al fin y al cabo, luego de tanto trabajo y juego, a pesar de que merecerían estar no como los personajes que fueron, sino como lo que son: calabacitas con boquita y ojos y pestañas de papel glassé, y su humilde túnica donde darle vida a los dedos. Deberían estar creo, en el pedestal donde está un señor que acaso mató indios y despreció compatriotas, y estimuló un doloroso futuro cultural para el país…
Y digo muerte hermosa, porque esas polillas tal vez bailaron mucho más que cualquier polilla de ropero en los pocos focos de las calles de mi pueblo…
Luego intenté hacerlos, quiero decir, manipularlos, un vez, cuando montábamos esos cuentos locos y claros que montaba el Flaco Suárez en el Taller, el viejo y entrañable El Taller de la calle Lavalle, en Hansel y Gretel….
Todo anduvo bien, para mí por lo menos y para la mirada compasiva de los chicos… Pero cierto domingo, entre el público, estaban la Pelusa Oliveras y el Luciano Ortega. Lo supe cuando nos vinieron a saludar y me dijeron, baqueanos e inexorables titiriteros, que es imposible que el muñeco cante cuando tiene la oca cerrada y que esté callado cuando tiene la boca abierta… Elemental.
Es decir que hacer títeres requiere un poco más que meter la mano dentro de un paño con ojos, por más buena voluntad que se ponga y por más bonita historia que se cuente…
¡Que vergüenza! ¡Qué lección! Gracias, Luciano, gracias, Pelusa; nunca más lo intenté. No es rencor, ¿eh? Todo lo contrario: es aprender. No me daba para títeres, me daba para otra cosa y a esa me dediqué y por esa estoy acá, orgullosa y colega… Pasa que a veces, en estos oficios, la suficiencia supera la autocrítica. Depende de quién la advierta, se escucha como verdad. Así de simple.
Mucho después, trabajé junto a un titiritero, obsesivo y anárquico como lo son envidiablemente los titiriteros: el turco Yasar. Volví a aprender. Trabajamos por una pasión donde la pasión está fuera de su hábitat: los espacios oficiales “de cultura” … Difícil, muy difícil. Porque no ingenuos, pero sí francos e inexpertos, pensábamos que el arte iba unido a la solidaridad, que las decisiones políticas y la conciencia de lucha de clases (en este caso, también de “clase” medio paria que somos), nos haría lograr un espacio necesario y justo para la tarea…¡Qué va! El sistema decide. No va a innovar cuando se trata de lo genuino…Lo deja morir nomás, no vaya a ser cosa que respire más oxígeno que el mercado. Reglas del presente. Reglas que no acepté entonces, ni ahora, Soy anacrónica y qué… No me fui en ninguna estanciera a andar los caminos para terminar de comprobar que la risa es genuina… El titiritero sí lo hizo. Y otros tantos. Yo no. Sólo seguí escribiendo, eso sí… ¿Paro aquí y trato de ir al tema?
Y no sé cuál es el tema, en realidad. Mi querida compañera en este diálogo, me decía: “es complejo, no encuentro todavía el significante…” Vaya problema en el que nos hemos metido, entonces, pero saldremos adelante, por compromiso y afecto; recurro a un viejo libro que dice:

“Lo que en castellano se designa con la palabra “títere” nunca ha sido aceptado entre nosotros. Los vocabularios nacionales publicados hasta hoy, no la poseen, prueba que no conocen la acepción. La descripción del objeto dará el vocablo rioplatense: un títere no es ni siquiera un mal muñeco, es una cabeza de muñeco, por lo tanto el dicho “no dejar títere con cabeza” es un absurdo, porque quitando la cabeza desaparece el títere’.
‘Es un trozo de madera que se tallaba generalmente con un buen cortaplumas o navaja, elijiéndose (sic) con preferencia las maderas más blancas y livianas; un tronco de pita o pitón era muy usado por reunir esas condiciones en su grado máximo. Una vez concluida, la testa de un títere presenta la forma de esas grandes caretas de cartón, huecas, que se colocan metiendo la cabeza dentro de ellas’.
‘Se le hacía un poco de pescuezo, al que se ataba una larga túnica, con sus dos mangas no mayores de un dedo de guante; en los extremos de estas mangas se adherían unos pedacitos de madera simulando manos, toscamente talladas’.
‘Ya el títere completo, se metía en el brazo por esta túnica, introduciendo el dedo mayor en la cabeza y el índice y el anular en las mangas; el pulgar y el meñique se cruzaban sobre la palma de la mano, formándole el abdomen al títere’.
‘Como es natural, el “teatro de títeres” no tenía piso ni escenario, pues manejaban desde abajo”… (ROSSI, Vicente. 1969. Teatro nacional rioplatense. Solar/Hachette. Buenos Aires. P. 152).

Pues bien, mi compañera tiene razón. Complejo hallar el significante. Esta descripción es tan vieja y técnica, o hasta despectiva, que no trae consigo también la trascendencia, la llegada o el para qué…
Tal vez porque en arte (y en lo que respecta a artes de escenario) hay una excesiva tentación de hablar de géneros menores y géneros mayores…. Entonces se describe una “herramienta” técnicamente, pero no se la describe con su para qué, como una curiosidad, o un emergente y nada más… Sin embargo, su proyección y trascendencia es ilimitada, es maravillosa, es genial.
Pues eso son los títeres y los titiriteros… Hasta tal punto, que me atrevo, ante ustedes y con ustedes, a manifestarme y proponer un manifiesto. Y es …
… volver a hablar de obra de arte, re-imponer el concepto de obra de arte cada vez que se hable de producto, en esta actualidad en que sólo se habla de “producto”. Si se habla de “producto”, inmediatamente se infiere que lo concretado es un servicio al que se le impone precio. Ergo, pierde su valor y gana o pierde precio… entonces se valúa la herramienta, no el para qué, la proyección y la trascendencia.
… propongo volver a hablar de CREACIÓN, no de producción. Porque si se habla sobre el trabajo artístico con el término “producción”, nos inscribimos en las elementales y discriminatorias leyes del libre-mercado y entonces sí que somos “herramientas” pasibles de ser ordenadas por “calidad de insumo” y “excelencia de aspecto”, y vuelve a quedar de lado, desestimados y dolorosamente olvidados, el para qué, la proyección, la trascendencia… -y, en este caso, para qué valdrá una encantadora calabacita con ojos que nos hacen descubrir los valores de solidaridad, de honestidad y de vida que expresan…
Porque, entiendo, el trabajo artístico tiene valor; no tiene precio… No es un insumo posible de instalar en una góndola de supermercado o un bien y servicio privatizado que se vota en las cámaras por coimas, ni expuesto a una licitación para comprar al “mejor oferente”…
¡¡Los artistas no producen!! ¡¡CREAN!!! Los hay que producen y es natural que así sea, pero son una parte que no hace asco a cualquier patrón o a cualquier orientación o directiva si, con eso, puede seguir “ganando” para subsistir más o menos miserable o dignamente. Al fin y al cabo, alguien tiene que ocupar espacios oficiales y privados con “producciones” eb serie, promocionadas a rabiar, aportando al vaciamiento o a la elementabilidad de contenidos, o a una subsistencia entrecortada entre el ser y el estar, para sostener el sistema.
Y está bien que el estado legisle en estos temas, está bien que aporte y debe aportar para el sostén de los valores de identidad y de cultura de los pueblos… Pero legislar y administrar no es “gerenciar”, como en el presente se exige, y ahí está la gravedad de la cosa.
De qué sirve para los niños, para la población completa, que permanezca nominalmente el arte en las escuelas, la “enseñanza” del arte en las escuelas con leyes que la legitiman, si ese arte que se imparte o se proclama responde a los términos del mercado y del sistema y no a la intangibilidad del conocimiento y de la solidaridad…. Prefiero, yo por lo menos, la anarquía del artista que elige, que pelea, que cree y que cambia; que vuelve a ser aquella vanguardia que era, no la retaguardia, el “plomo” de los promocionados por demagogia u obligación de las “gestiones de turno”… ¿o tuvimos más hambre de igualdad antes que ahora? ¿O acaso fuimos más pobres antes? Nada cambió, excepto para unos pocos… El sistema ha creado una quiniela para los artistas, a ver quién acierta el número… Yo, por lo menos, no quiero jugar azar con el arte.
Y ahí está la clave creo yo, para empezar a trabajar de nuevo desde las palabras que propuse y desde la acción: para que nuestro trabajo sea fuente de trabajo y no código de barra de supermercado, ni contrato por trescientos pesos en Cultura para unos trescientos mil para otros… O pasaje en micro para andar y desandar 2500 km para unos y un vuelo en avión de dos horas diez para otros…
Porque esas distancias y esos precios nos alejan cada vez más, mucho más que 2500 km… Y las polillas que se desayunarán con nosotros, morirán gordas y piponas en la oscuridad de las calles y roperos de cualquier pueblo y de cualquier ciudad, y no bailarán jamás.
Los admiro, los envidio, como ya les he dicho, por esa habilidad de dar vida a los trapitos y a los juegos, (y haber elegido una obra mía para montar con muñecos ¡qué orgullo!), y les agradezco este espacio, porque si bien digo lo mismo en cualquier lado, acá lo digo con la tranquilidad del afecto y de la igualdad, sin pelea, pero con lucha, con la perspectiva del debate necesario y con un posible panorama genial, latinoamericano, de futuro mejor.
¡Merde! Para todos. Por el arte, por la vida, por el trabajo, por los que no entendieron este esfuerzo, por los que aportaron para que “no jodan más” estas locas, por los que sí entienden y por los que ya no están y hubieran querido seguir estando y creando. Hasta siempre.

DEBATE

- ¿Cómo ves a la mujer en esto de la creación, del arte desde tu vivencia como actriz? ¿Cuál es tu opinión?

Sonnia- En la charla me puse en ese lugar, el lugar de la mujer, que me parece que no sólo aporta, o se da los tiempos para la creación, para los ensayos, para hacer, sino que además la mujer tiene un cierto sentido de lo cotidiano desde donde lucha. No desestimo la lucha que pueda hacer el varón con esto. Nosotras podemos hacer que este discurso no sea de tanto en tanto, sino que sea un discurso cotidiano. Tanto en la creación como en el reclamo que hay que hacer constantemente, me parece que tenemos un buen entrenamiento. Cuando digo discurso cotidiano incluyo también la práctica diaria. En ese sentido lo creo, con nuestra construcción de lo cotidiano. Que es una constante de la lucha por lo cotidiano, lo que hablamos en la charla sobre género. Porque seguimos ocupándonos de lo cotidiano, aunque el varón “ayude”, pero sigue siendo nuestra responsabilidad. Todavía hay que cambiar estos términos, lo hacemos juntos.

- Quiero hacer un aporte. Se habló de Freud y luego de la creación y quiero aportar algo, aunque no es muy nuevo, que es “El miedo a la libertad de Eric Fromm”. Creo que cómo ve la mujer o cómo ve el hombre las cosas es una cuestión cultural, una cuestión de poder. Creo que ahora estamos en un punto donde esto se está cambiando. Este cambio tiene su historia, historia en la que participaron muchas mujeres. Pero la clave está en que no nos detengamos en lo que los demás ven, sino en que nos animemos a ejercer la libertad que tenemos para ser lo que somos. Si somos mujeres, mujeres; si somos hombres, hombres. En este sentido creo que las mujeres estamos más abiertas que los hombres, porque hemos tenido que luchar mucho. Nos hemos ido fortaleciendo, porque aunque cumplíamos un rol de acompañar al hombre, también criábamos a los niños. Esta cotidianeidad también nos fortalecía. Por supuesto que no se da idealmente, porque le tenemos fobia a la libertad. A pesar de que se idealiza la libertad, la libertad tiene una serie de responsabilidades que nos hace enfrentarnos con nuestro propio espejo. Esto es un proceso, que seamos los que seamos, hombres, mujeres, travestis, homosexuales, que justamente en el arte se da con mayor vehemencia, porque nos hemos olvidado que vivimos en el arte, la vida es arte.

- La charla anterior nos presentamos, sería bueno que nos presentemos.

Aquí se habló de escritores, de locuras, de psicoanalistas.
Había una madrileña que estaba investigando sobre la enseñanza del teatro en Argentina y lo que se ve en las calles.
Se habló de las experiencias de vida de los ’70, de cárceles, de principios y cambios.
Ver el arte como un instrumento para contar realidades, no sólo como una estética. Asombro ante el mundo mágico de los títeres.
Desde una plástica, este encuentro aporta movimiento, pensarse haciendo.
Se habló de la importancia de compartir el espacio de reflexión que permite este encuentro, tan diferente de otros donde todos parecen correr una maratón. Lo fantástico de tener tiempo para encontrarse, disfrutar con tiempo, pensar, ayudarnos a crecer en el oficio.
El títere tiene la distancia óptima, es el pedazo de alma más tangible. En el sistema capitalista se discriminan grupos: la mujer, los pueblos originarios, el títere que se considera un arte menor.
El teatro de títeres tiene una llegada a los niños que no tiene el teatro con actores.
Se reflexionó sobre los títeres en espectáculos para niños o para adultos. Se planteó que los títeres surgieron como un elemento teatral para todos, sin discriminar en edades. Recién a principios del siglo XX aparece el títere exclusivamente para niños, casi como un juguete.
Los títeres son una herramienta invalorable para trabajar en la escuela, el muñeco permite a los niños, a los adultos el movimiento dentro de cada uno, permite el distanciamiento necesario para dejar fluir lo interno.
Cuando se habla de un arte menor y se lo relaciona con los chicos, es porque también subyace una subestimación de los niños, para ellos se puede hacer “cualquier cosa”.
El peso que tienen las reglas del mercado.
Compartir magia.

María Beatriz Fraire- Lacan dice “ La verdad duerme o despierta, depende de cómo sea dicha”. A veces cuando uno piensa que todo está bien, la verdad duerme.
Quisiera hacer dos o tres puntuaciones, que no son discusiones, sino elementos para pensar.
Primero, si uno se detiene a justificar que lo uno que hace es un arte menor, es entrar en una dialéctica inservible. El arte, ni es mayor, ni menor, es arte. Sea cual sea, se puede pensar inclusive que lo efímero es un arte.
Así como hablé de sexo y hablé de la condición de lo imposible, porque soy psicoanalista. Uno se dice hombre o se dice mujer, pero además los otros tienen que estar convencidos que uno es hombre o mujer. Si yo les digo que soy psicoanalista, ustedes tienen que estar convencidos que yo lo soy. Y un artista se autoriza a sí mismo. Quiere decir que cuando uno dice “soy artista”, ¡ soy artista ! y no tiene que buscar que nadie lo autorice.
Con respecto al teatro de títeres, me puse a pensar qué era esto. Como tengo cierto pensamiento más científico, me puse a buscar de dónde venía esto de los títeres. Encontré que viene de las máscaras. Por eso antes de empezar a hablar de las mujeres, hablé de las máscaras. ¿Por qué la gente cree en las máscaras? Porque las máscaras representan lo que nosotros llamamos la escena sobre la escena. El teatro, la pintura, la escultura, el cine, provocan fascinación. Porque, de alguna manera, nos permite ubicarnos en la escena sobre la escena; la escena del inconciente transformada en otra escena. No es que el lobo asuste porque es el lobo, sino porque ese lobo representa algo para mí. No es que el muñeco se mueva o no se mueva, el tema es que se mueve algo dentro mío.

Luciano- No importa tanto que se mueva, sino que te moviliza. Por ejemplo Chaplin, es un ejemplo de la máscara titiritesca. Chaplin actuaba siempre con una máscara, su máscara nunca reía ni lloraba y eso lo emparenta con los títeres.
Contestando a la plástica que preguntó sobre si construíamos o no los títeres, no importa si el titiritero hace o no su propio títere. Lo que te deviene en titiritero no es el ser plástico, sino el hecho teatral. Podés ser el más capaz de los plásticos y nunca dar vida a un títere. Podés tener la más pálida noción de plástica y podés ser un excelente titiritero. El titiritero es el que le da vida a un objeto inanimado. Es decir podés tener la habilidad, como es el caso de Pelusa que es excelente plástica y titiritera. La plástica aporta en el hacer al muñeco, pero el titiritero le da vida, una vida “como sí”, una vida simbólica, la máscara detrás de la máscara, esto que dijo Sonnia, de no buscar el producto, sino el para qué. El titiritero transfiere la magia.

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